Recuerdo, los
primeros meses tras el nacimiento de mi hija, sentirme como una leona al cuidado
de su cría cada vez que alguien se acercaba demasiado, daba igual si eran
conocidos o desconocidos, o rondaban cerca con comentarios no deseados. Hace
tiempo que no me siento con ese instinto imperioso de proteger a mi cría como
si hubiese constantemente peligros al acecho, aunque todavía hay algunos
(demasiados en realidad) comentarios que me harían saltar a la yugular de sus
dueños, sino fuese porque somos animales racionales (la mayoría de nosotros) y
me controlo. Incluso en ocasiones me controlo tanto, o será que me pillan por
sorpresa, no sabría decirlo, y me quedo con la boca abierta y con cara de
tonta, sin creerme lo que acabo de oír. Porque aunque se que son muchos los que
creen que el fin justifica los medios en lo relativo a la crianza de los hijos,
que todo vale con los pequeños aunque jamás osaríamos hacerle lo mismo a otro
adulto, personalmente tengo tan claro que mi hija se merece amor y respeto por
encima de todo, como cualquier mortal, que lo doy por hecho y muchas veces se
me olvida que algo tan lógico muchos no lo tienen asimilado.
Al hecho de
intentar hacer creer a alguien, grande o pequeño, que lo vamos a pasar mal si
no hace lo que queremos, e incluso se le llega a amenazar con retirarle nuestro
cariño, se le llama manipulación, se le llama chantaje emocional. Así de claro.
“Si no me das un beso lloro”, “si no te portas bien mamá no te va a querer”,
son ejemplos de frases que se les dice en ocasiones a los niños para conseguir
lo que deseamos de ellos, restándole importancia a la gravedad de esas
palabras. Primero porque hacerle creer a un niño que le vamos a dejar de querer
es ruin, un niño necesita ser querido en todo momento, necesita la seguridad de
que sus padres o cuidadores no le van a abandonar. Segundo, porque infundir
miedo a un niño a ser abandonado es algo grave, no es una forma de hablar como intentan justifican algunos, a veces las palabras lastiman igual que los
golpes. Y tercero, porque les estamos mintiendo a la cara sólo por nuestro
interés, para intentar manipularles y llevarles a nuestro terreno.
Por eso, y
porque me parece una total falta de respeto, jamás se me ocurriría utilizar el
chantaje emocional con mi hija ni con ningún otro niño o adulto, como no me
gustaría que lo hiciera nadie conmigo. Me parece abusar de la confianza de los pequeños
además de dejar nuestra categoría de adultos inteligentes por los suelos.
Si alguien
vuelve a decirle a mi hija “dame un beso que si no lloro”, no le gritaré a ese
adulto-inmaduro las cuatro verdades que me gustaría, sino que dirigiéndome a mi
hija le diré tranquilamente lo siguiente: No le hagas caso mi amor, que sólo
está intentando engañarte para conseguir que le des un beso. Estás en tu
derecho de dárselo o no, eso ya lo sabes. Y en el remoto caso de que se pusiese
a llorar eso no sería responsabilidad tuya.

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